martes, 1 de noviembre de 2016

666destinosextremos

Cuatro días de vacaciones por delante y un no saber qué hacer. Ningún plan apetecible que no hubieran experimentado ya. Andaban buscando destinos con encanto, rutas de senderismo o escapadas gastronómicas donde disfrutar sin preocupación de buena comida y bebida y de un hotel de lujo con spa y bellas vistas, cuando el soniquete de aviso del correo electrónico acababa de abrirles una puerta a algo nuevo, una cita con el terror. 

666destinosextremos le anunciaba que eran la pareja número once seleccionada para pasar el puente de Todos los Santos en la aldea Cantoslungos, un diminuto pueblo de la Galicia inhóspita y despoblada. Un recóndito lugar ruinoso en el que decimonónicas casas de piedras se mantenían difícilmente en pie, empañadas por el olvido y que volvían a la débil luz de los días como reclamo turístico para vivir experiencias límites relacionadas con la supervivencia o retar al miedo. Tras leer minuciosamente la hoja de ruta de la propuesta, a Javier y a Lina les pareció una idea sugerente. El único detalle que les hacía dudar era la previsión de abundante lluvia en la zona. Pero a su vez, esta incidencia también se les antojó un plus que abundaría en el ambiente tétrico y mitológico del lugar. 

Preparado el equipaje, a las 17:00 horas del viernes 30 de Octubre estaban en la puerta de la estación de Chamibanoya para coger el cercanías de las cinco y media hasta llegar a Puerto Luna, desde donde un pequeño autobús les dejaría ante las puertas de la desvencijada Villa Violeta, un enorme pazo sombrío y escondido en el que pasarían dos noches, la de llegada y la noche de Halloween, La programación era la siguiente: 


Noche 1. Cóctel de bienvenida, lecturas de terror al pie de la lumbre y cena en el salón principal. Pasada la medianoche cada cuál podría ir a dormir a aposentos oscuros, fríos y en camas de dosel alumbrados por antiguos candelabros de plata. Y en la intimidad de las alcobas las parejas podrían dar rienda suelta a su deseo de sexo o a dormir alelados por el frío y el susto. En la mañana conocerían los secretos del bosque cercano e irían a comer delicias de la tierra a una centenaria y famosísima casa de huéspedes cercana para tras la sobremesa y tarde libre descansar hasta la noche 2 donde se celebraría el baile de las ánimas. Un partícular Halloween no exento de terroríficas sorpresas.

Y Villa Violeta se llenó con el ruido de un amplio grupo heterogéneo de parejas de mediana edad, algunas con ganas de vivencias extremas otras huyendo del tedio de la convivencia y las menos, buscando el toque más romántico de estos días de ocio. Además también acudió al reclamo el joven Pedro, un escritor incipiente que buscaba argumentos y personajes para sus historias y acudió a la convocatoria para esbozar tramas que le dieran la oportunidad de construir algo medianamente decente y que alimentara su blog literario. Era el verso suelto de la reunión y tal vez quien tuviera un papel protagonista en la historia.

El grupo se fue conociendo entre copas de orujo y gracias a la grata conversación, el buen humor y las ganas de entendimiento, a la hora de las lecturas elegidas por Tomás, el organizador del viaje, el clima de confianza y complicidad era excelente. El éxito de la expedición Villa Violeta parecía por tanto asegurado. La sensación de lejanía, el trémulo lugar, el aire sacro de las estancias y lo umbrío del paraje hicieron que los participantes aceleradamente se obligarán por conocerse porque allí no había otra cosa más que hacer; de modo qué, a la hora de la cena algunos parecían conocerse desde hacía tiempo a pesar de haberse visto por primera vez tan sólo algunas horas antes.

La cena se sirvió a las nueve de la noche. El imponente salón aún rezumaba el poderío de otros años si bien estaba desvalijado de las obras de arte y los muebles de valor. Aún así la luz de los velones, el ruido de la lluvia y el crujir de las ramas de los árboles del jardín regalaban un aspecto de cinematografía casera al espacio que no dejaba de quedar resultón para los participantes. Tras la cena, un esmerado servicio de bar ofrecía copas y buena música, Nadie parecía sentir miedo y el grupo hablaba del esmerado montaje, de la idoneidad del sitio y de lo contento que estaban por haber optado por esta idea genial de pasar Halloween, coincidían todos en haber acertado en la elección.

Javier y Lina, cansados se fueron a dormir sobre las dos de la madrugada. Javier había bebido alguna copa de más y Lina al llegar a la habitación sintió un extraño escalofrío que achacó a la rareza del hospedaje. Después de sexo rápido ambos se quedaron dormidos. Al alba, Lina se despertó sobresaltada al oír el gozne de la puerta, ésta, estaba entreabierta, Javier dormía a pierna suelta pero ella se levantó miró por el pasillo, no vio a nadie, cerró y volvió a la cama, Logró dormirse hasta la diez, hora a la que bajaron a desayunar.

la mayoría estaba ya en el salón y los más rezagados ultimaban el desayuno porque a las once comenzaba el paseo por el bosque cercano. Dejaron atrás la gran cancela de hierro forjado de la villa y a pocos pasos se adentraron en un denso entramado de castaños, robles y hayedos adornados por todos lados con una espesa manta de helechos, musgos y líquenes que ofrecían al entorno un aspecto sobrecogedor, mágico y misterioso donde el visitante forastero rápidamente puede sentir estar en un marco de leyenda en el que en cualquier momento es fácil que pueda pasar algo extraordinario. 

Tomás, el organizador se acompañaba de un lugareño. Un hombre de unos cincuenta años amante de la caza dedicado al ganado y que hacía de guía para excursionistas. Andrés, iba explicando las características del bosque a la par que advertía que había animales peligrosos y alimañas por lo que recomendaba que el grupo permaneciera unido. Él les habló de supersticiones y leyendas gallegas y en un recorrido de una veintena de kilómetros este hombre, experto conocedor de la zona, embelesó con sus explicaciones al grupo que quedó impresionado y gratamente satisfecho por tanta belleza natural. Al concluir la excursión, foto de familia y parada en una antigua y conocida venta y casa de huéspedes para recobrar fuerzas con una buena comida y tras la sobremesa, de regreso a Villa Violeta para vivir la madrugada de Halloween.

Javier y Lina notaban que conforme iban completándose la lista de actividades sus expectativas se veían colmadas. Habían acertado en la elección y disfrutaban con una experiencia inédita. Llegó el esperado baile y la casa se había transformado en un lugar tenebroso, oscuro y fantasmal. La decoración era tan real que daba respeto. Los disfraces variados y conseguido. Como norma estaba prohibido el uso de máscaras completas si bien, se permitían antifaces que cubrieran parcialmente la cara pero que dejaran nariz y boca al descubierto. Lo cierto es que entre el maquillaje, la caracterización, los abalorios, pelucas y el atuendo no todo el mundo llegaba a reconocerse.

Al inicio de la fiesta, en la casona sólo estaban los huéspedes y Tomás porque sobre las ocho y treinta de la tarde el personal de cocina y limpieza se había marchado. Habría cena fría, zona de bar autoservicio y era el propio Tomás, hombre para todo, quien pinchaba la música. La diversión pareció contagiarse y pronto el alcohol y el baile hicieron que la desinhibición llegara para quedarse. Y ellas bailaron con los maridos y parejas de las otras y ellos hicieron lo propio con las esposas de los vecinos de habitación, incluso hubo juegos sensuales entre chicos y acercamientos entre más de tres y cuatro personas. La magia de la noche desató la sensualidad y la sexualidad quedaba cada vez más explícita en los gestos, acercamientos y cortejos entre personajes demoniacos, ángeles negros, joker, novias diabólicas, Katrinas, parcas, zombies, Franquesteins y doctores siniestros. 

Toda una galería de figuras que se encontraron en un tablero de juego ficticio en el que la realidad sobrepasó los limites para danzar a un ritmo en el que se olvidó la noción del tiempo y la ficción posibilitó que muchos se confundieran entregándose y dejándose entregar a cuerpos que no reconocían. Personas escondidas en un disfraz que era la licencia para probar o perpetuar una infidelidad para algunos y algunas insospechada y para otros buscada o prevista de antemano. Figuras extrañas que salían y entraban de la escena en un ir y venir y que se perdían en estancias en las que dejaban clandestinamente huellas del desenfreno y del deseo.

Pocas horas antes de que el alba terminara con la noche de las ánimas migrantes y los muertos vivientes una potente ráfaga de luz iluminó el salón de Villa Violeta sorprendiendo a los danzantes. Tomás el organizador bajó el sonido de la música en el mismo instante que se oyó un golpe seco y rotundo en la puerta principal de la casa. Asustados salieron hasta la entrada para ver como un cuerpo yacía en la escalinata cubierto de barro, ramas y con la sien ensangrentada. El halo de luz de la linterna de Tomás iluminó de forma clara la escena y en el desconcierto cada cual buscó su pareja original y entonces alguien comenzó a contar los integrantes del grupo para al final decir que faltaba una persona. Tomás pidió que se quitaran los antifaces y que cada cual fuera diciendo en voz alta su nombre para determinar quién faltaba. El nombre de Pedro no sonó. Era el ausente. El joven escritor no estaba en el círculo. Tomás iluminó el rostro del cadáver y con mucha cautela se acercó hasta el fallecido. Luego despejó las ramas que cubrían su cara y con sorpresa comprobaron que se trataba de Pedro. 

En la lejanía se oyeron disparos y Tomás en un intento de asegurar al grupo dijo de forma rotunda: ¡Todos dentro! El pánico y los nervios se apoderaron de los desconcertados y accidentales habitantes de Villa Violeta. Las luces de la casa se encendieron y un desangelado y catastrófico palacete emergió como el más cruel disfraz. El llanto y la histeria también hicieron presencia y fue Tomás quien pidió calma. Estaban perdidos en un lugar de senderos estrechos y bosques abruptos. Tomás intentó llamar a la policía y a los servicios de emergencia con su móvil pero no había cobertura. El amanecer tomaba fuerza y la luz natural empezaba a entrar por las muchas ventanas de la casa. No tardaron las quejas, el enfado y el descontrol de los reunidos qué exigían responsabilidades al organizador. Tomás era culpable de haberlos metido en aquel túnel de pánico y ahora no sabían si corrían peligro y si acabarían boca abajo y con un disparo en la sien o en cualquier otro lugar del cuerpo al igual que Pedro.

Tomás no perdía los nervios y pedía calma. Sólo había que esperar a que llegara el autobús que debía recogerlo al mediodía del martes 1 de noviembre para volver a casa y entonces se llamaría desde un lugar que hubiera cobertura a la policía para aclarar lo ocurrido. Mientras tanto Tomás solicitaba que el grupo se mantuviera unido en el recibidor de la casa y así, todos sentados en el suelo, formaron un círculo de apariencia dantesca; un cuadro rayando el esperpento y que minuto a minuto acusaba más y más los estragos del cansancio de la noche, el alcohol, el horror y la incertidumbre. 

Tras un rato en silencio la puerta principal se abrió. Se oyeron pasos. En el interior de la casa unos se abrazaban, otros gritaban y otros intentaron salir corriendo pero Tomás rápido gritó; ¡Quietos! Y entonces apareció Pedro, el joven Pedro como un muerto viviente real que a carcajadas se reía. 

Entonces una voz en off sonó de forma solemne: 
"Fin del viaje, la aventura concluye aquí. 666destinosextremos espera que hayan disfrutado de esta experiencia única y desea volver a contar con ustedes para futuras aventuras. Ojalá su estancia en Villa Violeta haya cumplido con sus expectativas.

De vuelta a casa vestidos ya con ropa urbana tomando café en el bar de una estación de servicio algunos integrantes del grupo intercambiaron su número de teléfono con la intención de volver a quedar en otra ocasión. Aquella noche Halloween fue sin duda diferente. 

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